En 1990, en el segundo año del Gobierno de Carlos Salinas de
Gortari, el diario Los Angeles Times dedicó al Presidente mexicano un artículo
elogioso con el siguiente encabezado: “Carlos Salinas. Empujando a México del
Tercer Mundo al Primero”. Veinticuatro años después, también en el segundo año
del sexenio de Enrique Peña Nieto, la revista Time incluso le dio su portada al
Primer Mandatario y la tituló: “Salvando a México”.
Ésta y otras similitudes, particularmente la ola de reformas
aplicadas en los dos primeros años de sus gobiernos e incluso los mensajes de
sus discursos, se encuentran en las administraciones de ambos priistas.
De acuerdo con especialistas ambos comparten la ideología
neoliberal, por la apertura y la obediencia a los mercados. Aunque la
diferencia es que Salinas de Gortari inició ese camino formalmente, sobre todo
con el Tratado de Libre Comercio, y Peña Nieto es el heredero de esas medidas.
Pero a más de dos décadas de distancia, dicen, está claro que los
resultados son negativos. Lo de Salinas fueron promesas que no cristalizaron.
Ahora, con Peña, esas promesas de cambio han vuelto pero, afirman, la realidad
es que en los últimos tres años México ha retrocedido en todos los ámbitos,
especialmente en pobreza y desigualdad.
Por Sandra Rodríguez Nieto septiembre 22, 2015
Ciudad de México, 22 de septiembre (SinEmbargo).– Veinticuatro años
antes de que la revista Time dedicara su portada al presidente Enrique Peña
Nieto y la encabezara con la frase “Salvando a México”, el periódico Los
Angeles Times elaboró, el 25 de noviembre de 1990, un encabezado similar para
el entonces joven Presidente mexicano: “Carlos Salinas. Empujando a México del
Tercer Mundo al Primero”.
También como hizo Time el 24 de febrero de 2014, cuando el medio con
sede en Nueva York elogió cómo “las profundas reformas de Peña Nieto (sobre
todo la Energética) estaban cambiando la narrativa de su país manchado de
narco”, el periódico californiano destacó en su momento que el motivo de su
halago era la temeridad de las reformas que Salinas planteaba entonces: “En un
cambio radical de la postura nacionalista de las anteriores administraciones,
la ruta hacia este futuro para Salinas es a través de una zona de libre
comercio en América del Norte. Las negociaciones con Estados Unidos sobre un
acuerdo de libre comercio estará en la cima de la agenda cuando se encuentre
con el Presidente George Bush el lunes en México”. Además, el texto aparecido
en una columna de opinión y que, también como hizo Time con Peña Nieto, dio
trato de héroe al Primer Mandatario: “Carlos Salinas, Presidente de México de
42 años, ha adoptado una misión más heroica que meramente ambiciosa: quiere
levantar a su nación de 82 millones de personas del Tercer Mundo hacia el
Primero”.
Ambos artículos coincidieron además en haber sido publicados entre el
primer y segundo año de cada sexenio y, también, en haber aparecido en el
contexto de un encuentro de mandatarios de México y de Estados Unidos.
Concordaron, también, en el tono de adulación que utilizaron con los
Presidentes mexicanos. “Hace cinco años, la violencia de las drogas estaba
explotando, la economía mexicana se tambaleaba y un informe del Pentágono
comparaba a la nación azteca con el caso perdido de Pakistán”, indicó el
artículo de Time. “Ahora las alarmas están siendo reemplazadas con aplausos.
Después de un año en el despacho, Peña Nieto ha sacado adelante el más
ambicioso paquete de reformas sociales, políticas y económicas de las que se
tenga memoria. Las fuerzas económicas globales, también, se han movido en
dirección al país. Lanzado por la apertura de las reservas de petróleo a la
inversión extranjera por primera vez en 75 años, y el dinero inteligente ha empezado
a apostar al poder del peso”, agregó el artículo.
Enviar desde los medios más influyentes de la prensa extranjera el
mensaje de que las reformas y privatizaciones lograrían transformar a México y
sacarlo de la pobreza –aunque en el caso de Peña Nieto este argumento pudiera
sostenerse únicamente dos años– es sólo uno de los varios paralelismos
advertidos entre los dos presidentes emanados del PRI y que han sido
ampliamente reseñados por los medios. Desde la detención que ambos hicieron en
los primeros días de sus respectivos sexenios de sendos otrora poderosos
líderes sindicales opuestos a sus candidaturas –Joaquín Hernández Galicia, “La
Quina”, del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana y
arrestado un mes y 10 días de iniciado el sexenio de Salinas; y Elba Esther
Gordillo, del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y detenida el
26 de febrero de 2013, a dos meses y 25 días de haber iniciado el sexenio de
Peña Nieto– hasta el afianzamiento de acuerdos clave desde el segundo día de
sus respectivos mandatos, como el Programa Nacional de Solidaridad que decretó
Salinas el 2 de diciembre de 1988, y el Pacto por México que Peña Nieto alcanzó
con los Partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática, también un 2
de diciembre, en 2012.
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El salvador de la Patria, según Time. Foto: Archivo |
Pero es la profundidad de las reformas constitucionales que ambos
encabezaron y que la prensa extranjera celebró en cada caso la semejanza entre
ambos mandatarios con mayor trascendencia para la vida pública de México. Entre
estas reformas están la que cada uno hizo, con 22 años de diferencia, al
Artículo 27 Constitucional, al cual el primero le modificó, en 1992, un párrafo
para eliminar el carácter inalienable de las tierras comunales o ejidos para
que pudieran ser propiedad privada y vendidas a empresas extranjeras; y al que,
en diciembre de 2013, en el primer mes de su sexenio, Peña Nieto le adicionó el
permiso para que empresas privadas pudieran participar en actividades de
exploración y extracción de petróleo e hidrocarburos, o “reforma energética”.
Este tipo de reformas –Peña Nieto presumió en su Tercer Informe 90
modificaciones a 51 artículos Constitucionales– fueron además la respuesta con
la que ambos llegaron a los informes de Gobierno posteriores a sus peores
crisis políticas, de violencia y derechos humanos. “Este año hemos enfrentado
hechos insólitos que han traído momentos de desconcierto, preocupación y
dolor”, dijo Salinas el 1 de noviembre de 1994, en el discurso ante el Congreso
por su Sexto Informe de Gobierno y en medio del trance generado ese año por el
alzamiento zapatista y los magnicidios del candidato priísta Luis Donaldo
Colosio y del dirigente del mismo partido y cuñado del Presidente, José
Francisco Ruiz Massieu. “Las instituciones republicanas sufrieron graves
embates y las convicciones íntimas de los mexicanos fueron puestas a prueba. No
obstante, por las reformas realizadas y la respuesta serena de la población, el
compromiso con el cambio se ratificó y la vida institucional del país salió
fortalecida”, agregó Salinas en un mensaje ante el Congreso.
Una construcción parecida utilizó Peña Nieto 20 años después. “Los
hechos ocurridos en Iguala o la fuga de un penal de alta seguridad nos
recuerdan situaciones de violencia, crimen o debilidad del Estado de Derecho”,
dijo en su mensaje del 2 de septiembre pasado con motivo de su Tercer Informe.
“Qué vamos a hacer como país ante los retos y dificultades que enfrenta México?
Nuestra respuesta es contundente: vamos a enfrentar los desafíos (…) Vamos a
seguir moviendo a México, implementando las reformas transformadoras”, agregó.
En ese mismo mensaje de 1994, Salinas destacó cómo la “transformación
mundial” –el fin de la Guerra Fría, la caída de la Unión Soviética, el inicio
del Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT)– confirmaron “la
pertinencia” de las decisiones de México, como el haber ingresado, en 1993, a
la Conferencia Económica de los países del Asia-Pacífico (APEC) y haber
ingresado, ese 1994, a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico, “que agrupa a las economías más industrializadas del planeta”. En
enero de ese año, presumió también Salinas en su informe, “entró en vigor el
Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y avanza en sus objetivos de
regular con claridad el creciente comercio entre nuestros países, alentar la
inversión y la creación de empleo”.
Peña Nieto, por su parte, reiteró en el documento de su Tercer Informe el
compromiso de su Gobierno “con el Libre Comercio, la movilidad de capitales y
la integración económica” e informó que México “continuó con el proceso de
apertura comercial con una participación activa en la negociación y
profundización de los acuerdos y tratados comerciales y de inversión (11 con 46
países)”.
Ambos, al cierre de cada mensaje, enfatizaron en lo prometedor que ven
el porvenir de la Nación. “México es una gran Nación de cambio, tiene un amplio
futuro y una identidad añeja”, dijo Salinas en su último mensaje. “Nuestro país
tiene todo para ser una potencia en los siguientes años”, dijo por su parte
Peña Nieto a principios de este mes. “México está destinado a ser una de las
naciones más prósperas, de mayor bienestar para su gente y motivo de inspiración
para el mundo”, agregó.
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Dos presidentes emanados del PRI. Composición de fotos de archivo. SinEmbargo |
MISMO DISCURSO, DIFERENTE CONTEXTO
Claras las similitudes desde casi los primeros días del sexenio
Peñanietista, lo que interesa ahora, explican académicos, es observar las
marcadas diferencias que también existen entre ambas administraciones. La
principal, coinciden, es el tiempo transcurrido entre los años en los que
Salinas promovió su discurso reformista y el de Peña Nieto, cuando queda claro,
dice Saúl Escobar Toledo, profesor e investigador del Instituto Nacional de
Antropología e Historia (INAH), que no se han cumplido ni las promesas del
primero.
“Los dos comparten
la ideología neoliberal, por la apertura y la obediencia a los mercados. La
diferencia es que Salinas inicia este camino formalmente, sobre todo con el
Tratado de Libre Comercio, y Peña Nieto es el heredero de estas medidas, 20
años después, cuando hay un camino recorrido que, sin embargo, es muy negativo”,
dice Escobar. “Y lo que con Salinas eran promesas, 20 años después está claro
que no han funcionado”, agrega.
Desde diciembre de 2014, Escobar publicó un artículo que encuentra cómo
los salarios registraron una caída marcada a partir de 1982, año en el el
entonces Presidente Miguel de la Madrid inicia la aplicación de políticas de
apertura de mercado que Salinas intensifica.
“De 1969 a 1977, el salario mínimo real crece a 5.7 por ciento anual,
llegando a su punto más alto en este último año. Luego seguirá un periodo más
corto, de 1977 a 1982, en que el salario mínimo tiene un ligero decrecimiento
de 1.3 por ciento anual. En cambio, entre 1982 y 1992 se da la peor caída del
salario mínimo en la historia del país: 6.36 por ciento anual acumulando un
baja de 63.6 por ciento”, dice el artículo académico Salarios Mínimos:
Desigualdad y Desarrollo.
“Posteriormente entre 1992 y 1995 la caída es un poco más suave, de 2
por ciento anual, para luego volver a incrementarse entre 1995 y 2003 a un
ritmo negativo de 2.5 por ciento anual. Finalmente entre 2003 y 2014 el salario
mínimo se mantiene constante, ni crece ni decrece”, agrega el trabajo de
Escobar.
De acuerdo con sus conclusiones, la causa de esta caída en los salarios
es, precisamente, la política económica “neoliberal” que tiende a abaratar la
mano de obra con el fin de atraer inversión extranjera. El resultado, sin
embargo, es un aumento en la pobreza y la desigualdad.
“Hubo un cambio de
paradigmas. Hasta los años ochenta se consideraba que un aumento de los
salarios reales generaría un mayor crecimiento económico. Ahora se considera
que el impulso económico proviene de la demanda externa. De esta manera, en la
globalización neoliberal, debido al outsourcing o subcontratación, las
políticas de ajuste y la velocidad de movimiento de los flujos de capitales, se
dio una competencia por abaratar los salarios para mejorar la competitividad en
el mercado mundial”, explica el reporte de Escobar, disponible en el portal de
revistas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“El salario ya no se consideraba, como en el pasado, un factor de
crecimiento sino una variable residual, que se mide por los índices de
productividad. Ello propició además a flexibilizar el empleo y abaratar aún más
el salario”, agrega.
A partir de los años 80, dice el texto, aumenta también el empleo
informal y la migración, provocando en conjunto un empeoramiento general de las
condiciones de trabajo.
“Está claro que en la primera fase hay un efecto que generaliza los
beneficios, mientras que en la segunda hay un deterioro general de los ingresos
de la mayoría de la población”, dice.
Por eso, agrega Escobar en entrevista con SinEmbargo, que Peña Nieto
afirme ahora que las reformas se convertirán en beneficios para la población es
un discurso que se escucha desgastado ante los hechos.
“Es un rumbo que ha profundizado la desigualdad y nos ha causado llegar
adonde estamos, a estos niveles de violencia, de descrédito de las
instituciones”, dice el investigador. “Entonces, es muy grave que se insista en
este discurso, porque no es demostrable que tenga efectos benéficos o que sea
el camino acertado, y porque seguir haciendo lo mismo que ha resultado mal, es
lógico que seguirá resultando mal”, agrega.
Con él coincide Daniel Vázquez Valencia, profesor investigador de la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
“Hay casi 30 años de
diferencia, y no es una diferencia menor, porque cuando Salinas propone
alinearse a las medidas neoliberales, que no eran únicas de México sino
globales, a las que México llegaba incluso tarde, estaba razonablemente bien
visto, había un acuerdo cerrado en cuanto a esto; pero eso no sucede ahora.
Ahora ya pasamos por una vuelta a la izquierda en América Latina y el
neoliberalismo no goza de ser bien visto ni de ser la única o la mejor
solución”, agrega.
Otra diferencia que mencionan ambos entrevistados es la distancia que
separa a Peña Nieto en términos de preparación intelectual, por lo que los
consensos que logró Salinas con
diferentes sectores de la izquierda, dice Vázquez, son ahora impensables.
Otro contraste, agrega el académico y también experto en democracia y
mercados, es que el antecedente del discurso reformista de Salinas estaba las
crisis económicas, mientras que en el caso de Peña Nieto se encuentran las
profundas crisis de derechos humanos y de violencia que el ex Gobernador del
Estado de México no quiere ni mencionar.
Con información de SinEmbargo